Esta exposición es muestra de la labor inagotable del pintor Agustín Decórdoba. En ella reúne pintura y fotografía, en obras de gran, mediano y pequeño formato, haciendo un recorrido por su más ambicioso proyecto artístico: «Los guardianes del bosque».

PASIÓN CROMÁTICA

Nos repugna lo que es «del tiempo» (como la cerveza que no ha pasado por el rigorismo de la nevera), necesitamos de toda una chatarra-culinaria de sospechosa toxicidad: de esa cosa siniestra llamada «turbomix» al snobizado vaporizador de leche de Nespresso.  La cultura y el arte, sometidos a la bienalización, revela que entre sus múltiples maquinaciones no faltan estrategias semejantes a la de la compulsión sucintamente descrita.
De nada sirve, en un momento indignante y,  aparentemente, neutralizado (lo que he llamado «estado de excepción «, empleando  terminología de Carlo Schmidt, expandido en el ámbito de lo cultural y particularmente más allá del » interludio estético» ) propagar, una vez más, las letanías del crepúsculo o adoptar la pose del nihilista (derivativa, en demasiadas ocasiones, hacia un cinismo vergonzoso), especialmente cuando estamos en aquella catástrofe que consiste en que «las cosas sigan estando así», literalmente en una inercia glacial. La invocación al kairos, planteada por unos jóvenes investigadores del arte contemporáneo que se han adentrado en el turbio asunto del «mercado del arte», me parece que tiene un carácter estructuralmente crítico, porque saben que es necesario «otro tiempo para el arte».  Atrapar la ocasión al vuelo, en esa temporalidad que está más allá del carácter devorador de lo cronológico, no es algo fácil y, precisamente, porque el kairos implica una decisión arriesgada y también el destello de lo singular (el estremecimiento me atrevo a añadir, de lo poético) unos jóvenes osados (solamente me permito calificar así a un grupo que se ha tenido que guiar por la curiosidad y la vocación para seguir estudiando en un tiempo y contexto socio-político netamente hostil a todo lo que tenga un filo crítico) han generado un proyecto expositivo en el que, en todos los sentidos, son ellos los que se exponen.  Seguro aquella caracterización Baudeleriana de la crítica que tiene que tiene que ser «parcial, apasionada y política».  Su determinación en pos de los “in-audito” y de imprevisto es, es sencillamente, excepcional. Mínimas y poderosas razones para tener un poco de esperanza o, por lo menos, para colaborar en la generación de ocasiones donde pueda surgir algo diferente.

Agustín Decórdoba se entrega a la pintura con pasión y honestidad, completamente ajeno a las modas y sin afán de estar en «la pomada» (a la postre algo más repugnante que cosmético, una sustancia atractiva para aquellos que, en todos los sentidos, carecen de personalidad y sólo confían en la «estrategia del trepa»), un verdadero creyente en los poderes transformadores y, me atrevería a decirlo, “emancipatorios» de la experiencia estética.  Sus obras, tienen que ver, en sentido estilístico, con la tradición del informalismo (aquella dinámica de la materia que trataba de dotarla de unas cualidades existenciales cercanas tanto al nihilismo cuanto a la conciencia del drama humano y del desajuste social) y también con la modificación de concepto de cuadro que asociamos al expresionismo abstracto americano (con su idea de la pintura que aumenta su escala para imponerse como un territorio en el que queda sedimentada una acción).  Con una manifiesta pasión cromática y una tendencia a lo desgarrado, pero sin dejar de tener un sentido especial de la composición plástica, Agustín de Córdoba lleva años pintando buscando generar una zona de intensidad que también sea un ámbito en el que podamos reconocernos a nosotros mismos como seres deseantes y, por supuesto contradictorios.  En sus obras he detectado la presencia de formas geométricas y zonas diluidas, como si el juego de orden y caos fuera el que dinamiza su imaginario.  Tal vez haya una inspiración paisajística o, mejor, una voluntad de convertir al arte en una naturaleza.
Lo cierto es que este creador vocacional ha encontrado en el proceso artístico la posibilidad para intensificar su vida, para soportar el implacable paso del tiempo, y también para dialogar con los demás.  Una obra de arte tiene algo de carta, esto es, es un mensaje que busca, literalmente, correspondencia.
Hemos tendido un puente de complicidad que tiene como suelo el paisanaje.  Soy, perdón, por la declaración personal, un placentino en el exilio y no quiero olvidar que algo de mi carácter y, sobre todo de mi formación tiene que ver con esa ciudad que evoca, en todos los sentidos, el placer. He contemplado con detenimiento los cuadros abstractos y de tonalidad expresionista de Agustín de Córdoba pensando en que él es, inevitablemente, un resistente cultural que tiene que mantener la llama del arte en un lugar hermoso pero no especialmente fértil para alimentar la imaginación.

Fernando Castro Flórez, es  filósofo español especialista en Estética, crítico de arte y profesor en la Universidad Autónoma de Madrid. Ha privateado varios libros

Aforo limitado. Obligatorio usar mascarilla y mantener distancia de seguridad.
Laborables de 9 a 14 y de 16 a 21 h – Festivos de 10 a 14h y de 16 a 19 h

Agustín Decórdoba se inicia como dibujante artístico, técnico y de cómic, obteniendo magníficos resultados en su estudios y carrera profesional. En pintura parte del realismo con una clara evolución desde el realismo hacia el expresionismo figurativo y abstracto que domina con pincelada suelta y creatividad en la actual etapa.